Cada día a la misma hora, hago la misma rruta, día tras día. Abordo el mismo autobús, el que cubre la ruta siete. Puntual como siempre, a las seis, ese nivel de precisión siempre me has sorprendido. También me gusta el color gris del autobus, me parece como una limosina para el pueblo.
Hoy el conductor ha sido especialmente amable conmigo, algo bastante extraño porque suele ser un poco huraño. Otra cosa que me sorprendió es que el autobús estaba extrañamente vacío, tanto, que no tuve problemas para encontrar un asiento libre, quizás hoy es mi día de suerte.
Poco a poco el bus se fue llenando de gente. Una señora de unos sesenta y tantos se sentó a mi lado, parecía una mujer dulce, llevaba un vestido de flores que me resultaba familiar, pero bueno, todas las mujeres mayores llevan vestidos similares.
-Hay quien dice que el alma vive para siempre, espero que no—comentó la anciana, parecía querer hablar conmigo y yo le correspondí.
-Mucha gente no estaría de acuerdo, por ejemplo, más de la mitad del mundo. Casi todas las personas creen que existe la vida eterna—dije
-Eso crees, pero lo cierto es que cuando estás demasiado tiempo en un sitio al final te hartas y te sientes atrapado, te lo digo por experiencia. Ahora piensa que la eternidad es demasiadotiempo—me dijo la anciana que tenía una voz muy desgastada. Poco después se bajó del autobús.
Llevo años subiendo a este autobús y nunca nadie había cruzado ni una sola palabra conmigo. Apenas me estaba recuperando de aquella conversación cuando un hombre que debía tener más o menos la misma edad que la anciana subió al autobús y se sentó a mi lado.
-¿Tienes hijos?—me preguntó aquel hombre, a pesar de que no llevaba ni cinco segundos sentado a mi lado, parece que hoy todo el mundo quiere hablar conmigo.
-No, no tengo hijos, supongo que no he encontrado a la mujer adecuada—contesté.
-Yo tuve un hijo llamado James y solía decirle “haz siempre las cosas que temas hacer”, espero que me haya hecho caso, porque si la vida a veces da miedo no quiero ni imaginar cómo será la muerte—dijo el anciano con una voz muy tétrica.
-Es muy probable que su hijo se encuentre bien, la muerte es el final de todos los caminos—le respondí, a pesar de que me parecía una conversación muy desconcertante, pero en fin, supongo que eso es lo que pasa cuando te montas en un autobús público.
-Tal vez tienes razón, pero por si acaso, sigo rezando para que encuentre la paz eterna—sentenció el anciano y poco después se bajó del autobús.
Vaya, hoy a toda la gente le ha dado por hablar. No es que me queje, siempre he sido una persona muy sociable. Aún me quedan unas cuantas paradas para llegar a casa, y como siempre, veré ponerse al sol a través de la ventanilla de mi asiento, todo un clásico de mi ruta.
El bus hizo otra parada y toda la gente se bajó de golpe, pensaba que habíamos llegado al final. Tal vez se había averiado el autobús. Pero no era así, una persona subió, el bus volvió a andar pero una extraña oscuridad lo lleno todo. Al principio creí que el sol se había puesto, pero aún estaba en lo más alto. Solo ha subido una persona y tiene un aspecto un poco siniestro. Es un hombre, va todo de negro y es un poco pálido, supongo que será uno de esos “góticos”. Había una gran cantidad de asientos libres para sentarse y, sin embargo, se sentó a mi lado, me pareció un poco sospechoso pero a lo mejor se sentía solo.
-Cuando algo acaba, siempre sueles pensar en cómo empezó—dijo aquel hombre tenebroso. Decidí que lo mejor era conversar con él, podía enfadarse si no lo hacía.
-Bueno, pero mi padre suele decir que nada acaba de forma definitiva si hay algo que te lo recuerda—contesté.
-Esa frase nunca ha sido más cierta que en este momento. Pero el caso es que hay ciertas cosas que deben llegar a su fin, de lo contrario el universo se colapsaría. Sí, amigo mío, hay cosas que deben desaparecer para dejar paso a otras. La vida es como un río corriendo a través de una presa, su flujo debe ser constante, si se atasca, el río se desborda arrasándolo todo. Recuérdalo—dijo aquel hombre cuya cara ya no recuerdo y luego se bajó del autobús y la luz volvió a inundarlo todo. Se fue de la misma misteriosa forma en la que llegó.
El autobús hizo otra parada, pero esta vez no volvió a arrancar y todo pareció detenerse. Pensé que el vehículo se había averiado y me iba a bajar, pero de repente las puertas del autobús se abrieron. Un hombre con una especie de túnica blanca subió y se dirigió hacia mí.
-¿Quién.…?
-Soy Dios—me dijo sin darme tiempo ni a acabar mi pregunta, definitivamente hoy era un día especial, no todos los días Dios viaja contigo en el autobús, o tal vez sí, ¿Cómo saberlo?
-Esto tiene que acabar James—Dios sabía mi nombre, si lo piensas bien, es asombroso—ya hace tres años que estás atrapado en esta especie de ilusión, es hora de que avances—dijo Dios con tranquilidad.
-Yo…no sé a qué te refieres—dije totalmente sorprendido
-Hace tres años te dio un ataque al corazón y moriste. Ignoro porque tu alma se refugió en este autobús en vez de cruzar al lugar que pertenece por naturaleza, mi reino. Mucho tiempo te he esperado y debes saber que no te he abandonado, siempre tenía un ojo sobre este autobús.
-Yo…yo, no sé qué pensar, no recuerdo nada, solo recuerdo que he salido del trabajo y que me dirijo a casa—contesté con nerviosismo.
-Ya lo sé. Cuando el cuerpo muere normalmente el alma tarda algo de tiempo en saber lo que ocurre y luego simplemente encuentra el camino. Pero a veces algunas almas como la tuya, por alguna razón que desconozco, no recuperan la memoria y se estancan en un bucle, eso es lo que te ha pasado a ti. Llevas tres años metido en este autobús. Sabía lo que estaba sucediendo, por ello te envíe un par de visitas. El primer año vino tu madre, pero no la reconociste. El segundo año envíe a tu padre, pero el resultado fue el mismo. El tercer año no sabía a quién enviar. Entonces, la muerte en persona se me adelanto y vino a visitarte. Es uno de mis Ángeles más queridos y se preocupa por todas las almas. Su visita fue muy efectiva porque reaccionaste pero finalmente he tenido que venir yo.
-Aquella anciana, el hombre mayor y aquel hombre tenebroso…. ¿Tres años? Pero si parece que no llevo más de veinte minutos en este autobús—dije
-El tiempo es una invención humana, cosa que tú ya no eres. Ahora eres inmortal como yo. Así que este viaje te ha parecido más corto de lo que realmente ha sido. Pero ya ha llegado a su fin. Sabes eso que dicen de que yo soy un “pastor” y vosotros mis “ovejas”, pues es cierto y siempre acudo cuando alguna se extravía. Ahora debemos irnos, pero tranquilo, en mi reino podrás vivir en un autobús si así lo deseas—dijo Dios y aunque creí que estaba bromeando, no era así.
Siempre me han gustado los autobuses, nunca sabes a quien te vas a encontrar, supongo que por eso mi alma creó esta especie de bucle. Mi padre solía decir que cuando estás perdido debes ir a un sitio en el que sepas que tarde o temprano encontrarás a alguien que te ayude.
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