Por eones (cientos de años) el
mundo ha creído que los humanos fueron creados por los dioses, pero es una gran
mentira o tal vez una verdad olvidada como las gotas de lluvia que son claras y
fuertes al principio pero que al caer se disuelven en el suelo.
Hombres y dioses fueron creados
al mismo tiempo y existía entre ellos gran rivalidad debido a las mujeres
humanas amadas y perseguidas por ambas especies como hienas y leones luchando
por el primer mordisco.
En aquella era humanos de piel desnuda y deidades de pálido
rostro gozaban ambos de la inmortalidad y la parca era tan solo una adolescente
jugando en la barca de Caronte.
Pero un día, Apolo, hijo del sol
y caro a Zeus, se enamoró de una hermosa humana de ojos plateados y piel de
aceituna. Pero la belleza de la humana era tal que ya había hechizado a muchos
otros hombres, igual que la astral luna enamora a los lobos.
Pero los humanos tienen
sentimientos que los dominan de una forma más poderosa que el amor, como la
avaricia que maneja los hilos que nos mueven y trastorna el deseo del hombre
haciendo que encuentre atractivo lo repulsivo.
El Rey de los humanos quiso
aprovechar el amor que sentía Apolo para conseguir algo. Los hombres eran
inmortales pero carecían de los prodigiosos dones de los dioses como Mercurio
que puede cruzar los cielos, como Zeus domador el rayo, o como la sabiduría y
fuerza de Palas Atenea.
Pero el Rey llevó su ambición al
extremo y quería un don que ninguno de los dioses tuviera, algo único que fuera
la envidia de las deidades y cuyo poder pusiera fin a la rivalidad de humanos y
deidades dándole la ventaja a los hombres, así que chantajeo al dios Apolo, el
flechador.
Le dijo que si quería poseer a la
humana que amaba debía otorgarle el don que él pedía. Apolo desolado pero
movido por el amor le dijo al Rey que buscaría ese don y lo traería ante él
para sellar el pacto.
Pero Apolo de dorada armadura
recorrió el mundo y no encontró un don similar. Subió al Olimpo y ningún Dios pudo ayudarlo pues por lógica
“ningún ser puede crear algo que sea más poderoso que ese mismo ser” le dijo
Palas Atenea, portadora de la égida (escudo con rostro de Gorgona).
Finalmente, Apolo, resignado como
las olas que van a morir a la playa, se
sentó a llorar sobre una piedra y sus inmortales lágrimas formaron un caudaloso
río, pues tal es el poder del Dios arquero. Tan grande fue su dolor que Cronos
padre de todos sintió tristeza y gran ira así que fue a ver al Rey de los
hombres.
“he venido a cumplir tú deseo
poderoso monarca, deja que la humana se una con mi hijo Apolo y te daré un don
único, que ningún Dios posee, que será la envidia de todos ellos y que
declinará la balanza poniendo fin a la rivalidad entre humanos y deidades”
El Rey enceguecido por la codicia
entregó la mujer a Apolo con quien tuvo una
poderosa descendencia.
Y fue entonces que llegó la hora
del cobro y llegó el acreedor como cae la oz sobre el maíz cuando está maduro.
Cronos padre de todo y amo del
tiempo se presentó ante el Rey con el don prometido y fue recibido con alegría
como el primer rayo de sol de la mañana.
El padre de los dioses saco de su
túnica un objeto extraño que nunca había sido visto en la tierra y los humanos
ciegos de poder lo vieron como un arma y en verdad lo era.
“he aquí vuestro don, a partir de
ahora vosotros y toda vuestra descendencia tendrá un tiempo limitado de vida y
cuando acabe vuestro cuerpo descansará eternamente sin padecer sufrimiento como
desamor, sed, hambre o dolor sino que dormiréis eternamente en la casa de
vuestros ancestros en cuya poderosa compañía nada temeréis jamás”
Los hombres con una mezcla de
miedo y fascinación aún no comprendían todo como el ave que vuela muy adentro
del océano y confunde el cielo con el mar.
Todos miraban estupefactos aquel objeto que el
inmortal Dios sostenía en su mano, era redondo y tenía números incrustados y
tres pequeños dedos delgados bailaban
pero uno era más rápido que el otro y el tercero parecía inmóvil.
“esto que ven es un reloj y a
partir de este día cuanto más avancen sus manecillas más disminuirá su vida, un
privilegio que ningún Dios posee, que todos ellos envidiarían y que pondrá fin
a nuestra rivalidad así como no puede competir la efímera mariposa con la
longeva tortuga”
Y desde ese día empezó a correr
el tiempo para los humanos que obtuvieron el único don que no posee ningún
Dios.
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