CONTEO MUNDIAL

29 jun 2013

LAURA Y EL ESPEJO DEL PASADO




-¿Por qué lloras pequeña niña?—pregunto el niño de ojos oscuros. Su presencia en aquel lugar, en aquella noche y en medio de las llamas que quemaban la aldea era todo un misterio.

-El monstruo…., el monstruo—susurro la niña. Tenía la cara sucia por el humo y un rasguño poco profundo hecho por unas garras en el hombro izquierdo. Sus enormes ojos azules tenían un brillo misterioso en la oscuridad que rivalizaba con el de la luna—el monstruo, ha matado a mis padres—dijo la niña entre lágrimas.

El niño la tomo entre sus brazos y se la llevo sin decir ni una sola palabra. Apenas era mayor que ella pero su presencia era imponente. La niña observo como atravesaron la aldea en llamas. A su paso solo se observaban cadáveres, mucha sangre y el humo gris cubriendo el cielo encapotado. También habían algunos soldados que los miraban con asombro pero ninguno se acercó al joven ni para detenerlo ni para ayudarlo. Los ojos de la niña empezaron a cerrarse por el cansancio y el dolor.”

Eso era lo único que Laura recordaba de aquella terrible noche de hace 13 años en la que sus padres murieron destrozados por una extraña criatura. Ella tenía 7 años cuando todo ocurrió pero recordaba algunas cosas de esa noche. 

Todavía tenía en su hombro izquierdo la marca de aquellas garras. Una cicatriz que no cesaba de doler, una marca causada por el odio puro de un ser convocado con magia negra.

¿Qué sería de aquel niño que la salvo? Recordaba la oscuridad de sus ojos y como la hizo sentir segura incluso en medio del fuego. Aquel recuerdo la reconfortaba y le hacía pensar que vivir en medio del dolor tiene su misterioso valor.

Desde entonces vivió con unos humildes aldeanos que cuidaron de ella hasta que la muerte los alcanzó. A sus 20 años Laura era una superviviente pura como los brotes verdes que surgen de las cenizas. La marca de su pasado la atormentaba por las noches cuando veía aquella cicatriz en su cuerpo desnudo.

Ella vivía con humildad dentro de un reino ostentoso, pero el dinero no puede comprar la seguridad ni mucho menos la felicidad, así como el oro no alimenta al naufrago.

Sobre aquella criatura recordaba que era un ser espantoso y con una fuerza devastadora. Muchos guerreros intentaron darle caza pero jamás volvieron y en el reino siempre flotaba un hedor a sangre que dificultaba la respiración.

Incluso los hijos del Rey habían muerto intentando aniquilar a la bestia. Ya solo quedaba el hijo menor pero el Rey le impedía salir tras la bestia porque su muerte pondría fin a su linaje.

Pero la voluntad de los jóvenes es poderosa y el príncipe pronto partió tras la criatura y el pueblo coreaba su nombre como los pájaros que le cantan al rocío.

Que vidas más opuestas, uno de ellos huía del dolor y del pasado mientras que el otro corría en su búsqueda.

Fue así que una mañana otoñal de octubre dos hombres a caballo llegaron a la humilde casa en la que vivía Laura.

La joven se sorprendió al ver a los dos hombres montados en los hermosos corceles. Uno de ellos era claramente un caballero. Llevaba una argéntea armadura con los símbolos del Reino. Tenía una magnifica lanza y un enorme escudo que parecía ser de plata. Incluso entre la nobleza es difícil encontrar un caballero con tales armas y semejante corcel.

El otro hombre debía ser su escudero. Iba montado en un caballo negro y de piernas robustas. También tenía una armadura pero mucho menos imponente. Su armadura carecía de brillo pero era resistente, tal vez era de alguna aleación con el hierro. Llevaba una espada con una vaina sencilla. Laura notó que el joven no tenía escudo. Era raro, lo normal es que un escudero tenga escudo.

-Sé que estás sorprendida por vernos aquí pero enseguida lo entenderás. Yo soy el príncipe Arlen, heredero del trono de este reino. El que me acompaña es mi escudero, y se llama Fenaquita.

Laura miro sorprendida a sus dos invitados. El príncipe era alto y apuesto. Tenía el pelo castaño, los ojos oscuros y su piel era blanca. Su escudero apenas era más alto que ella y tenía una cicatriz que le cruzaba la ceja y el ojo izquierdo. Sus ojos también eran negros así como su pelo. Era de tez morena, seguramente era extranjero porque no había mucha gente así en el reino.

-Yo me llamo….

-Laura—la interrumpió el príncipe—te hemos estado buscando. Te hemos estado buscando.

-¿A mí? ¿Por qué?—dijo la joven con preocupación.

- Eres de esas personas a las que les pasa cosas malas y que no pueden huir de su destino. Pero qué te parece si en vez de huir lo enfrentas—dijo el Príncipe Arlen

-yo, no entiendo….-balbuceo la joven

- Llevamos algo de tiempo buscando alguien como tú. Una persona que hubiese sido atacada por la bestia que asedia este reino y que hubiera sobrevivido. Eres única y te necesitamos—comentó el príncipe.

-yo no diría que soy tan especial, pero admito que aquella noche tuve suerte. De todas formas ¿Cómo podría ayudarles? No  sé por qué sobreviví. No soy especialmente fuerte ni uso la magia, solo soy una aldeana normal—explicó la joven.

-Definitivamente estás muy lejos de ser normal, eres única entre millones, como una rosa nacida sin espinas o el primer beso de amor verdadero.

-Yo no sé nada acerca de cazar bestias—comento la joven nerviosa.

-Sabemos que fuiste herida  en el hombro  y tienes  una herida que no cicatriza, ¿verdad? Eso se debe a que fue hecha por un ser creado por la magia negra. Esas heridas dejan una huella. Mientras ese ser exista tu dolor no desaparecerá. Esas heridas funcionan de una forma macabra. Cuanto más te acercas al ser que te hirió más revives el dolor que te causo. Es solo un recuerdo pero puedes sentir su presencia. No queríamos recurrir a ti pero no encontramos a nadie más. Si nos acompañas te recompensaremos. Naturalmente no estás obligada a venir pero tu ayuda sería de mucho valor para nosotros—explicó el príncipe.

La joven proceso las palabras de su interlocutor pensando en que no existía recompensa posible que la motivara a emprender semejante aventura.

-También está la venganza—dijo el escudero, quien por primera vez había abierto la boca desde que se habían encontrado—aquel ser ha traído mucho sufrimiento a este reino, no hay suficiente dolor el infierno que compensé eso  pero devolverlo allí sería un inicio. Ojala no te hubieras visto envuelta en esto nunca, pero es posible que la salvación solo llegue cuando caemos. Joven Laura, ya ha muerto mucha gente, personas a las que amábamos, ¿no quisieras que ese dolor se detuviera? Entiendo que no quieras acompañarnos pero cuando recuerdes este momento quiero que no olvides lo que te voy a decir, las cosas nunca se quedan para siempre como están. Si quieres hacer algo para cambiarlas te esperamos  en la posada del pueblo, estaremos allí un día y al amanecer partiremos—agregó Fenaquita, el escudero del príncipe.
Laura miro al escudero y noto su dolor. Se preguntaba a cuanta gente habrían visto morir sus ojos negros y comprendió que en el mundo existía más gente que debía cargar con un pasado.

Los hombres se fueron y ella se quedó pensando en qué lugar debía morir y cuándo, ya que esas eran las verdaderas preguntas. La bestia seguía rondando el reino y era solo cuestión de tiempo que se volvieran a encontrar. Pero una cosa es pensar en la muerte y otra es correr a buscarla.

El alba del siguiente día llegó y el  príncipe y su escudero se preparaban para partir cuando a lo lejos  vieron la silueta de Laura que se dirigía hacia ellos. Llevaba una especie de saco con provisiones. Venía vestida como una viajera con una capucha y una túnica. Era evidente que había aceptado acompañarlos. Se saludaron y luego partieron en silencio a las profundidades del bosque.

El príncipe siempre estaba vigilando a su alrededor y nunca descargaba su espada. En cambio su escudero parecía tener una extraña tranquilidad, como la de aquel que no tiene nada que perder.

-Dime una cosa escudero, ¿Dónde está tú escudo?—pregunto la joven. La noche era fría y oscura y quería distraerse con una conversación.

- ¿Quieres saber dónde está mi escudo? Yo soy él escudo—comentó Fenaquita.

-No lo comprendo del todo—dijo Laura y sus ojos azules brillaban especialmente ante las llamas de la hoguera.

-Es porque no estás habituada a las armas y a la lucha. La bestia es muy grande y rápida.  Llevar un escudo haría que mis movimientos fueran lentos. Además los escudos son para defenderse pero nosotros hemos venido a atacar. Por cierto, debí darte esto cuando dejamos el pueblo, toma—dijo el escudero mientras sacaba una espada de su túnica y se la daba a la chica—la necesitarás—comentó.

Era una espada larga, probablemente estaba hecha de acero aunque parecía algo gastada. No era muy pesada, mucho menos que las hachas que ella acostumbraba a utilizar para la leña.

-Pero yo no sé luchar—dijo Laura

-Sé que estás asustada pero te diré lo que mi padre solía decir, “haz siempre lo que temas”—dijo el escudero, luego se adentró en el bosque en busca de leña.

El príncipe noto la cara de preocupación de Laura al ver alejarse a Fenaquita

-No te sientas mal. Él no acostumbra a mantener largas conversaciones con nadie. Pero es un gran guerrero como su padre. Jamás te lo dirá pero daría la vida por protegerte a ti o cualquier otra persona de su reino—comento el príncipe Arlen.

-Dime una cosa, la bestia mató a su padre, ¿verdad?—preguntó Laura

-Sí. Su padre era el mejor guerrero que ha visto este reino. Cuando la bestia apareció hace 13 años, era obvio que iría en su búsqueda. Pero murió cuando Fenaquita era solo un niño—contó Arlen.

“Venganza” eran las palabras que el escudero había mencionado, ahora lo entendía. Los padres de Laura también habían sido asesinados por la bestia. Laura nunca había pensado en la venganza pero en el fondo de su ser fueron los deseos de venganza los que le impulsaron a acompañar al príncipe y su escudero. Odiaba profundamente a esa bestia por haber matado a sus seres queridos y porque la obligo a vivir con el miedo y el dolor.

Se desconoce con certeza el origen de la bestia, pero está claro que la magia negra tuvo algo que ver. Convocar a un ser así requiere el sacrificio de seres inocentes. Se trata de un hechizo o una maldición que no cualquier brujo podría conseguir. Laura lo había visto. A veces recordaba cosas sobre aquella noche. Otras veces tenía sueños muy reales sobre ese día.  Aunque era una niña en aquel entonces, supo el alcance del terrible villano.

Estuvo lloviendo durante la semana y los ánimos  del príncipe y de Laura estaban muy bajos. El único que conservaba la misma expresión de fuerza en su cara y los mismos ojos oscuros era el escudero. La chica no podía ocultar su interés por Fenaquita. Le sorprendía su fuerza a pesar de que era imposible que no lo estuviera pasando mal. Su fuerza parecía provenir de una fuente diferente a la de ellos. No era el valor, no era el miedo ni las ganas de hacer justicia, no, se trataba de otra cosa. Su motivación era el odio. Cualquiera podía verlo.

Una tarde, de pronto, dejo de llover. Laura empezó a reír, el príncipe descargó su escudo y  su lanza  y Fenaquita desenfundó su espada. La joven y Arlen lo miraron sorprendidos.

-¡EN PIE!—gritó el escudero

Los dos se miraron sorprendidos. De repente, de los arbustos saltó un enorme lobo negro con las fauces abiertas de par en par y se lanzó sobre el príncipe. Con una rápida patada, Fenaquita le rompió el cuello. La cara de sorpresa del príncipe se transformó en cara de horror y lo mismo le sucedió a la chica.

Otro lobo saltó sobre el príncipe Arlen pero nuevamente Fenaquita con un rápido movimiento de su espada aparto el peligro y le cortó la garganta al animal. Otros tres lobos salieron de los arbustos y los rodearon.

-¡Levántate niña!—gritó el escudero

Pero Laura estaba tan asustada que apenas se movía. El príncipe se puso delante de ella con su escudo para protegerla y logro parar el ataque de uno de los lobos.  Fenaquita atravesó a uno de los lobos con la lanza. Al ver esto, los otros dos lobos huyeron como si comprendieran la superioridad de su enemigo.

Fenaquita se dirigió hacia donde estaba Laura. Ella estaba como paralizada y empapada en lágrimas.

-Sé que no querías venir aquí, pero aquí estás, en este lugar tan lleno de peligros que no es sino una pequeña parte de este mundo. Te estás acostumbrando a ser rescatada y no es una buena idea porque puede llegar el día en que no quede nadie para rescatarte—explicó el escudero
.
Las palabras de Fenaquita la sacaron de su parálisis. Le dolió lo que le dijo pero no porque lo hubiera dicho de mala manera o porque creyera que estaba equivocado sino porque sentía que lo estaba defraudando y hace mucho tiempo que su opinión sobre ella le importaba mucho
.
Por fin llegó la noche y todos pudieron dormir, menos el escudero que debía hacer la guardia aquella noche. Los sueños de Laura eran raros y llenos de monstruos y seres extraños.

En uno de esos sueños Laura se encontraba en un lugar muy familiar para ella. Veía casas de madera con techos de paja y caminaba sobre calles empedradas, conocía aquel sitio, era su pueblo antes de que la bestia lo arrasara. Ella estaba allí, se veía a ella misma como si fuera una espectadora. Solo era una niña con la cara sucia y el vestido remendado. Llevaba una especie de muñeca de trapo en la mano.

Definitivamente era ella y  no iba sola. A su lado estaba un niño a penas un poco mayor que ella. No podía ver con claridad su cara pero reconoció su mirada. Era el niño que la había tomado en brazos sacándola de aquel lugar en llamas hace trece años. El niño iba vestido como si fuera un guerrero. Tenía una cota de malla y una pequeña espada. Definitivamente era el niño de aquella noche.

Laura tuvo la misma sensación de entonces. Estaba segura estando a su lado. Pero a diferencia de aquella fatídica noche, el niño no estaba serio sino que sonreía. Y  de repente empezó a percibir sonidos. Primero ruidos lejanos como si se estuviera tapando los oídos con las manos y luego unas palabras.

-Me gustan las espadas, cuando crezca voy a ser un guerrero temible—dijo el niño mientras desenfundaba con rapidez su espada que al parecer era real ya que su peso lo hizo tambalearse por un momento. La niña lo miro sorprendida como si estuviera observando al más bravo de los guerreros—Y tú, ¿Qué quieres hacer cuando crezcas?—peguntó con seguridad el niño.

Los ojos de la niña se iluminaron volviéndose de un azul más profundo que el cielo. Luego dio un salto y una voltereta. Miro la sorprendida cara del niño y con una sonrisa de oreja a oreja dijo “quiero ser bailarina”

-Pensaba que las flores solo bailaban con el viento—dijo la voz grave de un hombre

Los dos niños se giraron y observaron al hombre. El niño corrió a abrazarlo. Era un hombre grande con pelo castaño y una barba del mismo color. Llevaba puesta una hermosa armadura dorada y en el cinto tenía una enorme espada con una vaina morada. Pero lo más importante es que llevaba puesta una corona dorada adornada con joyas, no había duda de que debía ser el Rey.

Entonces una mujer y un hombre que iban vestidos de forma humilde cogieron a la niña y los tres se postraron ante el hombre así como muchos otros aldeanos que estaban en el lugar. El Rey esbozo una gran sonrisa y abrió la boca pero antes que pudiera decir nada se escuchó una enorme explosión.

Los aldeanos pusieron cara de terror. Se vio el fuego en algunas casas. El Rey desenfundo su espada y cogió al niño del brazo. Muchos soldados aparecieron y se dirigieron junto con el Rey al lugar de donde provenía el fuego. La gente empezó a correr aterrorizada el hombre y la mujer que se habían postrado ante el Rey cogieron a la niña  de un brazo y de repente se empezaron a oír gritos aterradores, uno de ellos fue tan escalofriante que despertó a Laura. Se levantó bañada en sudor y muy agitada preguntándose si lo que había visto era una simple pesadilla o un recuerdo.

¿Quién era ese niño? Aquel hombre parecía ser el Rey. Lloró al darse cuenta que las personas que se la llevaron cuando el fuego empezó eran sus padres. Acababa de recuperar un recuerdo muy claro de aquella terrible noche de hace 13 años. Hasta entonces su único recuerdo claro de esa noche era aquel niño preguntándole porque lloraba y llevándosela en brazos ante la atenta mirada  de todo el pueblo.

Laura estaba muy agitada. Miro a su alrededor y vio al príncipe durmiendo recostado contra un árbol  y en otro árbol encontró la mirada de Fenaquita  posándose sobre ella sin apenas parpadear.  Al principio se asustó un poco, pero luego sintió una extraña tranquilidad. Los dos se miraron fijamente por unos cuantos segundos que parecieron horas. Después la joven se recostó nuevamente pero ya no pudo dormir más.

Su viaje había comenzado al principio de octubre y el  día veinticuatro de dicho mes había llegado con un aire frío. Debían terminar la misión cuanto antes o el invierno podría devorarlos con más rapidez que cualquier otra bestia.

En todo el tiempo que llevaban en el bosque no había encontrado el más mínimo rastro de la bestia. La herida de Laura tampoco había dado muestras de dolerle mucho más de lo habitual.  Los días se volvían grises y poco a poco, oscuros. Tal vez parezca que llevaban mucho tiempo buscando pero el hecho es que el bosque era enorme, casi tan grande como  un reino entero.

Laura no dejaba de asombrarse de su inmensidad. Había árboles cuya punta no llegaba a verse.  El grosor de su tronco  y su largo tallo significaba que algunos de ellos tenían cientos de años de antigüedad.  En su aldea no habían árboles así. Los animales también parecían mucho más grandes y feroces de lo normal. Era como una versión salvaje de su hogar.

El terreno se volvía cada vez más hostil según avanzaban. Había enormes barrancos y el camino del bosque se empezaba a llenar de maleza. Es como si se adentraran a donde nadie más se hubiese adentrado jamás.  Tenían que abrirse camino con las espadas, incluso la joven de ojos azules tuvo que aplicarse en esa labor. Indudablemente la senda se volvió peligrosa.

Había agujeros por todas partes que estaban ocultos por la hierba como si fueran trampas mortales. Laura estuvo a punto de caer por uno de ellos pero el escudero la sostuvo de un brazo en el último momento aumentando su deuda con él. Esta vez no le dijo nada y su mirada de odio pareció ser de ternura por unos instantes. Quizás se compadeció al verla al borde de la muerte.

A pesar del peligro, del clima y del poco alimento, Laura estaba feliz. Desde que sus padres adoptivos murieron había estado sola, concentrada únicamente en permanecer viva. Pero ahora tenía compañía y formaba parte de algo, tenía una misión. Se sentía mal porque de momento había sido más una carga que una ayuda pero ya se había acostumbrado a la presencia de los dos jóvenes, en especial del escudero.

El problema era el miedo que sentía, tan natural en  los humanos. Ese temor la paralizaba y no podía reaccionar ni siquiera para huir. A pesar de que Fenaquita le dijo que no siempre la iban a rescatar, lo cierto es que tanto él como el príncipe siempre habían estado allí para ayudarla. En el fondo deseaba que su viaje no terminara nunca para no volver a su soledad, nadie la rescataba en su vida normal, tenía que arreglárselas sola. Pero el viaje se endureció y pronto descubrió que tendría que aprender a luchar.

Como los ataques de bestias salvajes aumentaron, el príncipe y el escudero estuvieron de acuerdo en enseñar a luchar a la joven.  Ella tampoco puso reparos, aunque le asustaba un poco la idea. No se veía a sí misma empuñando un arma a pesar de que muchas veces lo deseo y siempre quiso ser más fuerte. Ella siempre había tenido  la idea de que siendo más fuerte podría defenderse a sí misma y lo más importante, defender a los demás.

En el fondo quería ser como aquel niño que la tomo en sus brazos aquella noche ante la mirada sorprendida y aterrorizada de todos los demás. Ojalá ella tuviera la fortaleza que le permitió a aquel niño caminar entre las llamas protegiendo a otra persona y andando con esa tranquilidad cuando todo a su alrededor se derrumbaba. Ella sentía que aquel niño la había rescatado esa noche. Solo era una niña que había visto morir a sus padres. Aquella noche se había quedado paralizada y con los ojos húmedos.  Fue la voz del niño y su calidez lo que la saco de su trance. Además la había llevado a un lugar seguro con nuevos padres. Le ofreció una nueva oportunidad en la vida. Ella quería ser fuerte y proteger a alguien de la misma forma que ella fue protegida esa noche.

El recuerdo de aquel niño también la había mantenido con vida. Se preguntaba quién era y qué hacía allí ese día. Si su sueño era correcto, aquel niño era algún familiar del Rey. En su sueño los dos se iban juntos cuando el fuego empezó. El Rey  también estaba ese día allí para proteger la aldea. Tenían suerte de tener un Rey tan fuerte que incluso enviaba a sus propios hijos en busca de una bestia tan temible. Se decía que ya había perdido a todos sus hijos y que solo le quedaba Arlen, su hijo menor. Y a pesar de ello, ahí estaba su hijo, intentando proteger el reino.

Las clases empezaron en seguida y la chica quedo muy sorprendida al ver que su maestro era el mismísimo príncipe Arlen.  Después de todo era algo lógico ya que él era un guerrero muy fuerte, el salvador del reino. Él  era muy amable y siempre estaba sonriendo, era muy diferente de Fenaquita. Le enseñó a coger la espada correctamente y a mantener una buena postura de combate.

Por primera vez la joven utilizaba la espada que el escudero le había dado cuando partieron en busca de la bestia.  El príncipe le enseño varios  movimientos y  le puso  muchos ejercicios de repetición.  En cierta forma, luchar se parecía mucho a bailar. Ella soñaba con ser bailarina y recorrer el reino con su espectáculo de danza. Al igual que el baile, la lucha también requería estar en perfecto estado de forma, aprenderse unos pasos y repetirlos varias veces. Definitivamente eran dos artes muy parecidas.

Laura aprendió rápidamente las posturas básicas de la lucha. La espada que le habían dado al inicio del viaje era resistente y liviana, como si hubiese estado hecha expresamente para ella. Sin embargo, sentía que el príncipe era muy blando con ella. Ni siquiera habían hecho algún combate de entrenamiento. La  joven se lo había pedido varias veces pero el príncipe ponía varias excusas hasta que finalmente confeso que no se atrevía a alzar su espada contra ella por temor a hacerle daño.

-Pelea conmigo—dijo Fenaquita, quien había oído su conversación.

El corazón de la chica se agitó. De verdad deseaba aprender, pero que su instructor fuera el escudero la ponía muy nerviosa. Hace tiempo que había aceptado que sentía cierta atracción por él.

-En guardia—dijo Fenaquita, la clase había empezado enseguida.

Laura cogió la espada como pudo. Estaba tan nerviosa que había olvidado todo lo que había aprendido los últimos días. Se las arreglo como pudo para detener el primer golpe de su instructor. La expresión del escudero se endureció como si se estuviese enfrentando a su peor enemigo y la chica empezó a temer por su vida.

Su larga melena negra se alborotó. Laura era una muchacha muy atractiva. Muy pocas princesas podrían igualar su belleza. Su piel era como la porcelana y tenía un cuerpo esbelto. Su pelo era largo y liso. Sus labios eran grandes y su cara delgada. Pero lo más destacable de sus ser eran sus dos enormes ojos azulados que en estos momentos miraban aterrorizados al escudero.

El príncipe hizo un amague de interrumpir el combate pero la joven lo detuvo con la mano. Recompuso su guardia y lanzo un golpe feroz contra Fenaquita. El escudero lo esquivo sin problema y le lanzo una patada  que la hizo caer al suelo.

-Ya fuiste demasiado lejos—gritó el príncipe.

-¡No!—continuemos dijo la joven a la vez que se ponía de pie. No quería decepcionar a Fenaquita, pero sobretodo quería volverse más fuerte y sentía que ese era el camino correcto.

Habían decidido no avanzar más y acampar unos  días para entrenar. De todas formas la bestia podía estar en cualquier parte y no tenía sentido seguir adentrándose en el peligroso bosque. Durante esos días el entrenamiento de Laura continúo y se volvió realmente duro.

Luchaban durante todo el día ante la angustiosa  mirada del príncipe. Por la noche curaban sus heridas, aunque la única que salía lastimada era Laura. No eran heridas graves, desde luego ninguna comparable con la de su hombro. Sin embargo tenía golpes por todo el cuerpo y pequeñas heridas que el príncipe se esforzaba en curar.

Fenaquita la trataba como un guerrero y no diferenciaba si era hombre o mujer, humana o bestia. Laura no se sentía triste sino que se esforzaba por mejorar. Pero a pesar de que había mejorado, nunca recibía ni una felicitación ni una palabra de apoyo. De hecho, el escudero se había alejado de ella desde que habían empezado entrenar y parecía que lo hacia a propósito. Solo le hablaba durante los entrenamientos de forma fría para decirle que hiciera tal movimiento o tal otro.

-Deja de pensar y ataca, un guerrero que no para de calcular sus movimientos es un cobarde—grito el feroz instructor.

Laura lanzo un golpe  alto que el escudero  tuvo que bloquear con su espada.  Su destreza había mejorado. Su cuerpo estaba balanceado. Fenaquita ya  casi no podía esquivar sus golpes, ahora debía pararlos. Laura había cambiado mucho, tanto en su aspecto físico como anímico. Por ejemplo, se había cortado un poco el pelo, ya no le llegaba hasta la cintura. Pero a parte de eso su carácter se había fortalecido y eso se podía comprobar en su mirada. La lucha entre los dos era feroz. Sin embargo, la diferencia entre ambos aún era muy grande y tras intercambiar unos cuantos golpes más, Fenaquita logro derribarla y desarmarla. El escudero puso su espada en el cuello de la joven y por primera vez desde que habían empezado a entrenar, temió por su vida.

-¿Qué es eso que veo en tus ojos? ¿Acaso es miedo? Escúchame atentamente niña, el camino del guerrero es la pasión por la muerte, ni diez hombres armados pueden detener a una persona con semejante convicción—dijo el escudero. El príncipe se había puesto de pie con la idea de parar las cosas pero Fenaquita aparto su espada—hemos terminado por hoy.

El cuello de la chica reflejaba el pequeño corte que la espada del escudero le había dejado cuando la derribo. Para ser una espada tan sencilla estaba realmente afilada ya que apenas la había rosado con ella.

Una tarde fría, mientras Laura y Fenaquita estaban entrenando, apareció una misteriosa niebla gris que los envolvió. El príncipe se puso en pie y tomó su lanza.  Todos se pusieron en guardia pues había algo que no era normal en aquel suceso. De repente, de entre la niebla surgió la figura de una pequeña anciana. Laura bajo su espada pero Arlen y Fenaquita desconfiaban y se mantuvieron en guardia. Todos en el reino sabían que en el bosque vivían extrañas criaturas, incluyendo brujas.

La anciana caminaba despacio y apoyada en un viejo bastón. Llevaba puesta una  especie de túnica gris y un misterioso collar que brillaba con una luz blanca. Su caminar era lento y pausado. Tenía una larga cabellera blanca y la cara arrugada. Sus cejas eran blancas y pobladas y sus ojos eran rojos. Claramente no era humana.
El escudero no dudo en atacar, al contrario de la chica, que se quedo como encantada por aquel suceso. 

El príncipe Arlen se quedo inmóvil como si estuviera viendo un fantasma.  Fenaquita se lanzo con su espada en lo alto pero solo logro dar tres pasos antes de quedarse totalmente quieto. Había una especie de campo de fuerza que rodeaba a la anciana, así que el joven se vio obligado a retroceder hasta donde estaba la chica de ojos azules.

-Que malos modales, ni siquiera un “hola”. Tampoco habéis dejado que me presente. Mi nombre es Iustus. Tranquilos, podéis bajar las armas un momento, no he venido a luchar—dijo la anciana con voz dulce, pero ninguno de los dos jóvenes hizo caso

-Entonces, ¿A qué has venido, bruja? tu presencia nunca anuncia nada bueno—inquirió el príncipe.

-¿Quieres saber lo que me trajo aquí? Pues fue la curiosidad. Siempre que oigo que alguien intenta derrotar a aquella bestia le hago una visita solo por curiosidad. Pero esta vez me he llevado una buena sorpresa, decidiste venir, a pesar de que tu padre no quería, me pregunto si ya tomaste una decisión. Yo diría que no y se te está acabando el tiempo—comento la anciana Iustus.

-¿Conoces a esta bruja?—preguntó el escudero mirando al príncipe Arlen

-Yo no soy una bruja, pequeño joven, solo soy un poder de la naturaleza. La razón por la que estoy sorprendida es porque veo que el miedo, el odio y la duda se han unido para enfrentar a un monstruo que se alimenta de los malos sentimientos. Tenéis suerte de que aquella bestia no os haya encontrado porque os habría eliminado sin ningún problema—dijo Iustus mientras se acercaba cada vez más hacia Laura.

-Tú pareces un ser poderoso, porque no derrotas tú a la bestia—suplicó Laura.

-Parece que no habéis entendido nada, ¿verdad? Yo no pertenezco a este mundo y aquella bestia tampoco. Ella no puede hacerme daño ni yo puedo dañarla. Sería como si el viento se enfrentase al agua. En este mundo existen dos poderes eternos, la luz y la oscuridad. Yo no soy la luz, solo soy un representante de la luz al igual que esa bestia solo es un sustituto de la oscuridad. Aun así, no olvidéis que el poder que mueve y el movimiento son una sola y la misma cosa—dijo la anciana mirado con dulzura a la joven.

-No sé  si debemos confiar en lo que dice esta anciana, este bosque está lleno de brujas malvadas todo el mundo lo sabe—dijo Fenaquita.

-Escuchemos lo que tiene que decir, incluso si resulta ser una farsante no tenemos nada que perder, pero si resulta que nos quiere ayudar de verdad tal vez podamos conseguir algo—dijo el príncipe con tranquilidad y los demás coincidieron con él.

- Muy bien jóvenes, parece que habéis tomado una decisión así que escuchadme atentamente. Os vais a enfrentar a un ser terrible y no estáis para nada preparados, sé que pensáis que sí, pero os equivocáis.  Aquella jovencita está muerta de miedo. Uno de vosotros  duda si será capaz de cumplir con su destino y el otro está tan dominado por el odio que seguramente será el primero en morir—la mirada de la anciana recorrió los tres rostros de los jóvenes quienes sintieron que les estaba observando el alma.

-¿Qué propones anciana?—preguntó Fenaquita.

-Definitivamente necesitáis ayuda. Existe en este mismo bosque un arma que os puede ayudar a nivelar las cosas. Pero está muy bien custodiada y encontrarla os puede obligar a afrontar un peligro casi tan grande como  pelear con la misma bestia. Sé que lo que os acabo de decir es terrible pero sin esa arma no tenéis la más mínima oportunidad. Por supuesto no sois los primeros guerreros a los que envió en busca de esa arma pero ninguno ha vuelto.

-Nosotros volveremos—dijo Fenaquita con valentía. El príncipe dudo y Laura empezó a sentir el peso de su misión.

-Veo que no todos pensáis igual pero parece que la decisión ya está tomada. El  sitio está hacia el sur, a dos días a vuelo de pájaro de aquí. Cuando la vegetación empiece a oscurecer y veáis árboles  pequeños y marchitos sabréis que estáis cerca. Luego encontrareis un lago que es mitad rojo y en el centro de él a unos diez metros de profundidad se encuentra el arma. Un último consejo. No importa como hayáis sido a lo largo de vuestra vida  sino lo que decidáis en cada momento, eso os definirá, porque el pasado ha muerto, lo que importa es como te conduces en el futuro. El miedo debe dejar paso al valor, la duda a la decisión y el odio al perdón. Quiero que tengáis en cuenta que  la criatura a la que os enfrentáis no tendrá ninguna compasión ni se detendrá ante nada, pues fue creado de modo que no temiese a nadie—dijo la anciana mientras se perdía en la niebla.

Los sueños de la joven volvieron a ser horribles esa noche y más que sueños parecían recuerdos.
Otra vez veía a la misma niña en el mismo pueblo. Pero esta vez la escena era macabra desde el principio. Ella se encontraba en el interior de una humilde casa. Sus padres la abrazaban con fuerza mientras se escondían en un rincón de la casa. El olor a quemado era intenso y se mezclaba con otro olor mucho más repugnante que por ese entonces no conocía pero que ahora identificaba con el repugnante hedor a sangre.
Y de repente, empezaron los gritos. Ensordecedores gritos de mujeres, hombres y niños. Veía a su madre y a su padre abrazándola con tanta fuerza que casi podía sentirlo. Entonces el ruido de los gritos se fue acercando poco a poco y luego se escucho rugido, un ruido que no podía provenir de ningún ser humano o criatura conocida

Luego la puerta de humilde casa estallo en pedazos y lo primero que se vio fue una enorme garra marrón, tan grande como la misma puerta que quedo destrozada.

El corazón de la niña que antes latía rápidamente ahora  casi se había detenido. La silueta de una enorme bestia se vislumbraba entre el humo. No podía verla con claridad.

-¡corran!—gritó su padre

Pero la bestia lo desgarro cruelmente. La casa entera se lleno de sangre. Su madre se apresuró a cubrirle los ojos y la cubrió con su cuerpo. Entonces la niña sintió un intenso dolor en el hombro izquierdo. Las garras de la bestia habían destrozado el cuerpo de su madre pero gracias a su protección las garras solo la rozaron. La niña estaba llena de sangre. Se quedo muy quieta pero sus ojos lloraban casi de forma inconsciente.

La bestia rugió nuevamente y Laura abrió los ojos de repente. Tenía lágrimas en sus ojos. Sabía que lo que acaba de ver era un recuerdo real. Estaba recuperando los recuerdos de esa noche y era muy doloroso. Ese último rugido le helo la sangre. Fue un ruido ensordecedor, aun estando despierta podía escuchar sus ecos.
Miro a su alrededor necesitaba comprobar que no estaba sola, en especial busco con la mirada a Fenaquita pero solo vio al príncipe durmiendo. El escudero estaba a unos diez metros de allí. Tenía su espada en la mano y estaba practicando. Laura se seco las lágrimas, cogió su espada y se acercó a él. Entrenaron por lo que quedaba de la noche.

Por el día siguieron su camino. Se dirigieron hacia el sur tal como la anciana Iustus les había indicado. Poco a poco la senda se oscurecía. Tenían que llegar a un lago rojo, que imagen más siniestra. ¿De que estaba hecho ese lago y que tipo de arma contenía?

Según  avanzaron la vegetación empezó a oscurecerse y los árboles se hacían cada vez más pequeños hasta que empezaron a ser solo troncos desgastados y marchitos. Hacía mucho frío y caminaban deprisa. Había un silencio aterrador. Estaban solos y no parecía posible que  ningún ser vivo pudiese habitar aquel sitio.

Las imágenes vistas en sus  sueños atormentaban a la joven. Sentía escalofríos cada vez que recordaba el rugido de la bestia. Sentía mucha tristeza por la forma en que sus padres habían muerto, en especial su madre quien utilizó su propio cuerpo para protegerla. Odiaba a la bestia, pero sobretodo, la temía.

Finalmente llegaron al lugar. A unos veinte metros se podía ver el enorme lago rojo brillando ante la luna como un rubí y el camino que llevaba hasta él estaba cubierto de huesos. El silencio era tan grande que podía oírse  cada uno de los pasos que daban. No se veían pájaros ni insectos. En el centro del lago había un pequeño islote redondo. Pero su sorpresa fue mayor al ver que no todo el lago era rojo, solo la mitad. La otra mitad tenía un agua muy cristalina y se podían ver a los peces saltando del agua.

A pesar de los huesos no se observaba ninguna amenaza visible así que los jóvenes avanzaron. En su interior pensaban que cuando no se tiene nada que perder es el momento de arriesgarlo todo.

Al llegar hasta el lago observaron un mensaje misterioso escrito en la orilla con un líquido rojo viscoso que forzosamente debía ser sangre fresca. Parecía como si lo acabaran de escribir y las letras eran tétricas y retorcidas. Decía: “lo que está en el medio debe participar de la naturaleza de los dos extremos”.

Los tres jóvenes se miraron desconcertados en busca de alguna respuesta. Era evidente que debían llegar hasta el islote del centro y que uno de ellos o los tres debían sumergirse para buscar la valiosa arma que los ayudaría a en su lucha con la bestia.

Pero no sabían que tan profunda era la laguna y el único modo de llegar a su centro era nadando.  Tras pensarlo unos minutos, Fenaquita se quito la poca armadura que llevaba y se ató la espada a la cintura. El príncipe Arlen lo imitó. Laura se quedo quieta sin saber que hacer pero finalmente descargo el poco equipaje que llevaba y se recogió el pelo.

-Soy la única que cree que deberíamos analizar el mensaje que acabamos de leer antes de entrar en este lago—Comentó la chica.

-Esta es una de esas cosas  que se entienden mientras se hacen—contestó secamente el escudero mientras se sumergía en el lago.

El príncipe lo siguió  y finalmente la joven también se sumergió. Pronto descubrieron que no se trataba de agua. Era un líquido viscoso y denso con un olor característico que todos conocían. Era sangre y parecía fresca. Todos estaban aterrorizados, incluso Fenaquita pareció dudar, pero ya no había vuelta a atrás.

Ya casi habían llegado cuando la chica sintió que algo le rosaba la pierna. Era algo solido que tenía movimiento propio y que estaba muy frío. Una extraña sensación recorrió su cuerpo. Al final llegaron al islote. Era pequeño, apenas cabían los tres. Fenaquita empezó a quitarse la ropa pero el príncipe lo detuvo con un gesto.

-Yo lo haré—está es mi misión dijo el Príncipe.

-No, recuerda que yo soy el escudero, mi misión es defenderte—respondió Fenaquita.

-No esta vez—dijo el príncipe mientras se quitaba la ropa, soltaba las armas y se lanzaba al lago ante la preocupada mirada de sus compañeros.

El príncipe descendió por la parte del lago rojo. Era muy oscuro no veía nada pero sentía que el lago estaba lleno de algo ya que se rosaba constantemente con eso. Era algo frío y estaba por todas partes. Cuando descendió unos ocho metros dejo de sentir el roce de los objetos y finalmente pudo ver  una luz brillante. Se dirigió hacia esa luz porque, sin duda debía ser el arma.

Nadar en aquella agua era algo nauseabundo y costaba contener la respiración. Finalmente llegó al origen de la luz y se llevó una gran sorpresa al ver que se trataba de un espejo. No tenía tiempo para pensar, se le estaba acabando el aire así que simplemente cogió el espejo. El agua empezó a revolverse. Desde arriba el escudero y la chica veían como el agua se agitaba y se veían olas y burbujas.

Luego algo empezó a asomarse desde dentro del agua. Fenaquita tomó su espada y Laura lo imito. Pero el que salió del lago fue el príncipe y en la mano derecha sostenía un pequeño espejo redondo que brillaba con luz blanca. El escudero corrió a ayudarlo. Ya casi lo había sacado por completo del agua cuando el príncipe sintió que algo muy frío tocaba su pierna y Laura soltó un enorme grito.

Era una mano, pero no cualquier mano sino una mano mortecina  y podrida. El escudero logro tirar del príncipe con suficiente fuerza para liberarlo. Al instante todos tomaron sus armas y se pusieron unos junto a otros.
De la parte roja del lago empezaron a surgir decenas de manos y luego tétricos rostros. Eran seres con apariencia humana pero deformes, pálidos, incompletos, muertos. Sí, eso eran, muertos que surgían  del lago. Su mirada estaba perdida y se dirigía hacia ellos. Y de repente, empezaron a gritar y a gemir. Enseñaron sus dientes podridos, el hedor que desprendían era insoportable.

Empezaron a invadir el islote. Sin dudarlo, el príncipe atravesó el cuerpo de uno de ellos con su lanza, pero para su sorpresa, no murió, Porque no está muerto lo que puede yacer eternamente.

El príncipe golpeo a aquel ser repugnante y lo devolvió al lago pero enseguida llegaron muchos otros. Los tres luchaban contra ellos y les causaban numerosas heridas pero no morían. Solo parecían detenerse cuando les cortaban la cabeza pero seguían surgiendo más  y más como si fueran infinitos.

-Vámonos de aquí—dijo Fenaquita.

Intentaron cruzar la parte del lago que no era roja  pero no pudieron abandonar el islote. Una especie de barrera invisible les bloqueó el paso.

-¿Qué sucede, porque no podemos avanzar? Vamos a morir aquí—dijo Laura aterrorizada mientras golpeaba a una de esas terribles criaturas, una particularmente horrible a la que le faltaba un ojo y tenía media mandíbula.
Siguieron luchando durante casi media hora pero aquellos seres seguían apareciendo.

-El medio debe participar de la naturaleza de la naturaleza de los dos extremos—dijo el príncipe mirando a sus dos compañeros—al principio yo tampoco lo entendía hasta que vi el resto el lago.

-Príncipe, no tenemos tiempo para pensar en eso, ya vienen más monstruos—dijo Fenaquita, quien estaba exhausto.

-No lo comprendéis verdad. La mitad del lago está muerta y la otra mitad está viva. El centro del lago debe tener esas dos cualidades. Pero todos nosotros estamos vivos por eso no podemos cruzar a la otra parte—explicó el príncipe.

-Creo que alcanzo a comprender lo que dices, pero ¿Qué podemos hacer?—dijo Fenaquita.

-Vosotros nada. Yo debo cumplir con mi destino. Es mí deber protegeros y proteger a este reino—dijo el príncipe con firmeza.

-¿A qué te refieres?—preguntó Laura con angustia. Miro a los dos jóvenes pero ninguno le sostuvo la mirada.
-No lo hagas—suplicó el escudero.

-Así debe ser. Pero estoy alegre. Conocí a la anciana Iustus mucho antes de que partiéramos en busca de la bestia. Ella me aviso que algo así podría pasar. Mi padre y mi madre se opusieron a que viniera. Desde que partí tenía una lucha en mi interior. Sufría,  no sabía si podría cumplir con mi misión pero eso terminó. Escuchadme, dentro de un momento la barrera caerá pero eso no significa que los monstruos se vayan a detener así que tenéis que huir sin mirar atrás—dijo el príncipe Arlen.

-No entiendo nada—dijo Laura, muy sorprendida.

-Vamos—dijo el escudero tomando a la chica de la mano. Le dieron la espalda al príncipe. Laura se giro para ver que sucedía—no mires

Pero la chica no pudo evitar observar como el príncipe se arrojaba contra su propia lanza quitándose la vida.

-¡No!—gritó la chica, pero el escudero la tomo de la mano y saltaron al agua. La barrera se había roto.

Laura se giró una vez más y pudo ver como aquellos muertos vivientes devoraban el cadáver del príncipe. Fue una escena terrible pero gracias a eso tuvieron tiempo de cruzar el lago y alejarse.

Laura se sentó en una esquina a llorar. Y el escudero simplemente se recostó en el suelo, estaba exhausto. Prácticamente tuvo que nadar arrastrando el peso de la chica.

-Este es el fin—dijo Laura—no tiene sentido que continuemos. Se suponía que él era el guerrero valiente que debía destrozar a la bestia y no acabar devorado por un cientos de muertos—hay que volver, no tenemos ninguna oportunidad.

-Vuelve si quieres. No te detendré—dijo el escudero mientras observaba el pequeño espejo que el príncipe había sacado del agua. Se suponía que era el arma que les permitiría derrotar a la bestia pero el escudero se dio cuenta de que no sabía como usarla.

-¿Tú qué harás?—pregunto la joven mientras se secaba las lágrimas

-Buscaré a la bestia y le arrancaré la cabeza—sentenció el escudero—tú no estás obligada a seguirme, nunca lo estuviste.

Pero la chica no se movió. No solo porque no tenía un hogar al que volver sino porque no soportaba la idea de abandonar al escudero. Hace ya tiempo que había decidido compartir su destino, fuese el que fuese.

Esa noche los sueños volvieron. Otra vez la pequeña niña de ojos azules estaba en aquel pueblo en llamas. Estaba cubierta de sangre y paralizada. Los aldeanos sobrevivientes la miraban sin atreverse a acercarse. Murmuraban cosas sobre ella. Temían que estuviera maldita, no era normal que hubiese sobrevivido.

Ni los soldados sobrevivientes se acercaban. Algunos de ellos desenfundaron sus armas. Uno de ellos tomo una lanza y estaba dispuesto a arrojarla contra la niña.

Entonces un niño vestido con una pequeña cota de malla se dirigió hacia la pequeña. Era el mismo niño con el que ella había estado jugando antes de que el pueblo se incendiara. No podía ver su rostro con claridad, solo sus ojos oscuros.

-Deténgase su majestad, que alguien proteja al príncipe Arlen—grito uno de los soldados, pero ninguno hizo nada, estaban dominados por el miedo.

El niño también tenía sangre en su ropa. Aún llevaba su pequeña espada ceñida a la cintura pero estaba rota. El niño camino con seguridad hacia donde estaba la niña sin que nadie pudiera impedírselo.

-¿Por qué lloras pequeña niña?—pregunto el joven de ojos oscuros. Su presencia en aquel lugar, en aquella noche y en medio de las llamas que quemaban la aldea era todo un misterio.

-El monstruo…., el monstruo—susurro la niña. Tenía la cara sucia por el humo y un rasguño poco profundo hecho por unas garras en el hombro izquierdo. Sus enormes ojos azules tenían un brillo misterioso en la oscuridad que rivalizaba con el de la luna—el monstruo, ha matado a mis padres—dijo la niña entre lágrimas.
Laura recordaba esta escena. Pero no tan detalladamente. Se entristeció mucho más al darse cuenta que aquel niño que la había rescatado esa noche era el mismo príncipe Arlen que acababa de morir para salvarles la vida. Otra vez la había rescatado

Siempre recurría a ese recuerdo cuando se sentía triste. Quizás por eso había soñado con él esa noche. Pero ahora ese recuerdo tendría un nuevo significado, uno macabro. No podía sacarse de la cabeza la imagen del príncipe siendo devorado por los muertos.

La mañana llegó pero en el bosque aún reinaba la oscuridad. Aunque el rostro de Fenaquita no expresaba ninguna emoción, la chica sabía que la muerte del príncipe Arlen lo había afectado. Ahora tendrían que enfrentar a la bestia ellos dos solos. Al menos tenían el arma que la anciana Iustus les había enviado a buscar.
Fenaquita examinaba el espejo palmo a palmo y cada vez quedaba más claro que no se trataba de un arma. Debía ser algún tipo de artilugio mágico. Quizás la bruja era una impostora y los había enviado a la muerte. Si ese era el caso tendría que matarla a ella también después de matar a la bestia.

-Es divertido observar como juegas con ese espejo. Es como ver a un simio jugando con un libro—dijo la voz desgastada de la anciana.

-¡Tu, maldita! Nos enviaste a la muerte. Por tu culpa Arlen murió ¿y todo para qué? Para conseguir este espejo inservible, debería matarte ahora mismo.

-¿Arlen ha muerto? Basta de decir eso. No ves lo asustada que está la chica, de verdad es necesario que continúe esta mentira—replicó la anciana.

-¿Qué mentira?—preguntó ansiosa la chica— ¿Es que acaso el príncipe Arlen no murió? No puede ser, yo vi como devoraban su cadáver.

-Bueno, supongo que en la inmensidad del tiempo, todos estamos muertos. Os dije que la misión sería peligrosa. El éxito dependía de que aquel joven aceptara su destino. Pero no murió en vano y ese espejo no es tan inútil como piensas. Pero basta de palabras, es mejor que lo veáis vosotros mismos—dijo la anciana.
Iustus levantó una de sus arrugadas manos e hizo que el espejo flotara en el aire y empezara a brillar con una luz blanca intensa.

-Lo importante es lo que hay dentro de él. Es una guía, os enseñará la verdad y la verdad os hará libres. El mal teme la verdad pues ésta lo saca de su oscuridad y lo expone ante todos. Eso es lo que necesitáis, los dos—dijo la anciana, luego la luz se hizo más intensa y cegó a los dos jóvenes.

Cuando por fin pudieron abrir los ojos se encontraba en otra parte muy diferente al bosque. Era una aldea grande y podía verse el castillo del Rey a lo lejos.

-¿Dónde estamos, a donde nos has traído bruja?—preguntó el escudero.

-Este es el espejo de la sabiduría—dijo la anciana a la vez que sostenía el diminuto espejo brillante—guarda el valioso conocimiento del pasado. Necesitaba este espejo para poder daros el arma que necesitáis, la verdad.
-Si sabías donde estaba y eres tan poderosa y sabia, entonces ¿Por qué no fuiste tu en su búsqueda? por tu culpa mi amigo murió, nos enviaste a la muerte—dijo Fenaquita exaltado.

-Tú no escuchas cuando te hablo, ¿verdad joven? Yo no pertenezco a este mundo y no puedo interactuar físicamente con él. Para sacar el espejo había que hacer un sacrificio que yo no puedo ofrecer—explicó la anciana Iustus.

-Pero al menos podrías habernos avisado. Si lo hubiéramos sabido no habríamos ido allí y él viviría todavía—dijo Fenaquita enfadado mientras Laura se secaba las lágrimas mientras recordaba la terrible muerte del príncipe.

-¿Cómo sabes que no le avise? Venid conmigo, hay algo que debo enseñaros—dijo Iustus mientras se dirigía a una humilde casa de la aldea.

El escudero y la chica siguieron a la anciana de forma instintiva. Según se adentraban en el pueblo más familiar le parecía. El escudero reconoció la casa enseguida, mientras que Laura no sabía lo que estaba ocurriendo.

Entraron en la casucha. Era igual de humilde que la casa en la que vivía Laura. Dentro se encontraban dos ancianos  de pie que aferraban la espalda de una persona conocida, el príncipe Arlen. Frente a ellos se encontraba la anciana Iustus pero iba vestida de forma diferente. Su túnica no era gris sino blanca.

-No quiero que vaya, es muy peligroso, incluso para el mejor escudero de este reino—dijo el anciano mayor que le aferraba su hombro izquierdo con fuerza.

Laura y Fenaquita observaban la escena desde la puerta junto con Iustus. Parecía que su presencia pasaba desapercibido. La chica estaba muy confundida, parecía uno de sus sueños en los que observaba todo pero no podía hacer nada para cambiar lo que veía. Entonces, lo comprendió. Era un recuerdo. Iustus lo había dicho, “el espejo guarda el conocimiento del pasado”.

-Necesito hablar con su hijo a solas—dijo la Iustus de la túnica blanca.

El príncipe Arlen les hizo un gesto a sus padres quienes salieron de la casa con un gesto preocupado. Pasaron al lado de Fenaquita y de Laura pero no notaron nada.

-Estoy decidido a acompañar a mi príncipe en ese viaje, sin importar lo peligroso que sea. Yo soy su escudero, lo seguiré a cualquier final—dijo el joven

-Si vas a ese viaje tendrás que elegir entre tu vida y la vida del príncipe—dijo la Iustus del pasado hablando con seriedad, algo que no era normal en ella—en otras palabras, si tu no mueres él morirá. Pero incluso si das tu vida por salvarlo, no existe ninguna garantía de que él sobreviva a su misión—sentenció la anciana.

-¿Por qué me dices esto? Antes de que lo dijeras tenía claro que lo acompañaría pero ahora me han invadido las dudas. Eres como los cuervos que vuelan del campanario, tu presencia solo anuncia la destrucción—dijo el joven.

-Hay una diferencia muy grande entre morir  y elegir morir, sobretodo en el mundo de la magia. Además mereces saber a lo que te enfrentas. Puedes ir y morir sin que tu muerte tenga ningún valor ni trascendencia o puedes morir sabiendo que tu muerte puede contribuir de alguna forma a salvar este reino. La decisión siempre será tuya—dijo la anciana mientras salía de la casa—una cosa más. También necesitaréis que la chica os acompañe, tú ya sabes a quien me refiero. Es fundamental que ella venga si queréis tener alguna oportunidad de ganar.  Al salir dirigió una sonrisa misteriosa a Laura, como si se percatase de su presencia.

-Pero él no lo permitirá, no la expondrá a ese peligro—replicó el joven

-Lo dejo en tus manos—dijo Iustus mientras desaparecía.

Los padres del joven volvieron a entrar a la casa y lo abrazaron con fuerza mientras la escena se difuminaba y la chica y Fenaquita eran transportados a otro lugar.

-¿Qué significa esto?—preguntó Laura— ¿Qué hacia Arlen en aquella casa y porqué dijo que era el escudero del príncipe?

Pero no hicieron falta las explicaciones. Esta vez se encontraban en el castillo. Era grande y majestuoso. Estaban en lo que parecía ser la sala del trono. Allí estaban dos jóvenes que la chica reconoció en seguida. Se trataba de Arlen y Fenaquita pero iban vestidos de forma extraña. Fenaquita  llevaba puesto un lujoso traje de seda morado y una corona dorada mientras que Arlen iba vestido de forma sencilla, como un soldado pero sin armadura.

-No hace falta que vengas William—dijo el joven que vestía el traje morado.

-Pero príncipe Arlen, yo soy su escudero, no puedo simplemente dejar que se enfrente a esto usted solo. Además, se dice que la bestia gusta de la sangre real más que nada en el mundo, yo podría serle de mucha utilidad—dijo el joven vestido de soldado y que al parecer se llamaba William

-No es que no aprecié tu ayuda, pero no veo cómo podrías ayudarme y no quiero que arriesgues tu vida en vano, tus padres no me perdonarían—dijo el joven que llevaba la corona y que era el verdadero príncipe Arlen.

-Yo soy un escudero de este reino y mis padres lo saben. Yo sé como podría ayudarlo su majestad. Haré lo que mejor sé. Me convertiré en su escudo. La bestia busca el príncipe, así que yo me vestiré como príncipe y fingiré ser usted. Así, cuando esté atacándome a mí usted podrá matarlo por la espalda, no le parece genial—dijo el joven con una enorme sonrisa.

-No creo que sea tan sencillo, mi viejo amigo pero cualquier ayuda nos vendrá bien. De acuerdo. Te prestaré mi mejor armadura. Sí de verdad quieres fingir que soy yo debes lucir genial—dijo el joven de la túnica morada y los dos jóvenes rieron.

-Por cierto, ella debe acompañarnos, la necesitamos—dijo el escudero.

-No. No podemos pedirle que se exponga a tanto peligro, ya ha sufrido demasiado—replicó el príncipe Arlen.
-Sin ella no podremos encontrar a la bestia. Mira, no la vamos a obligar, solo hablemos con ella. Le explicaremos la situación y que ella decida. Si tuvieras una oportunidad de vengarte de la bestia que mato a tus padres ¿No quisieras al menos que te dieran la oportunidad de hacerlo?

-Supongo que tienes razón, pero espero que no quiera venir—sentenció el joven—en caso de que acepte, le darás mi espada—dijo El príncipe mientras desenfundaba el arma que llevaba pegada al cinto y se la daba a su escudero—es la mejor espada de este reino. Con esta espada tendrá más posibilidades. Esto la protegerá, si hace falta, yo mismo le enseñaré a utilizarla.

La escena se desvaneció nuevamente. Laura estaba totalmente sorprendida de lo que acaba de ver. Era demasiada información para procesar. Entendía el valor y la determinación que demostró el verdadero escudero a la hora de sacrificarse. Se sintió mucho mejor respecto a su muerte, realmente era un soldado valiente ojalá ella tuviese semejante valor.

Pero esa revelación tenía muchas otras consecuencias. Para empezar, que el niño de aquella noche era Fenaquita, es decir, el príncipe Arlen. Por eso sentía aquella extraña atracción por él. Sus ojos le hacían revivir aquel recuerdo que le dio fuerzas por tantos años. Se sentía mejor en muchos sentidos, pero ni siquiera se atrevía a mirar a los ojos al príncipe Arlen. Sin embargo, no había tiempo para sentirse incomoda. Nuevamente habían cambiado de escenario y esta vez lo conocía muy bien.

Estaban en su aldea tal como la recordaba hace trece años. El fuego ya había empezado. Vio como la figura del Rey se acerba junto con varios soldados. Llevaba de la mano a un niño vestido con una pequeña cota de malla. Conocía a aquel niño pero ahora podía ver su rostro con claridad. Ojos oscuros, pelo negro y su piel era de color canela. No había duda, era Fenaquita, es decir, el príncipe Arlen, el real.

-Sigámoslos—dijo la anciana Iustus

Corrieron tras ellos y  Laura observo que la cara del príncipe Arlen mostraba preocupación y tal vez miedo de su pasado, algo que nunca creyó ver en alguien tan valiente y fuerte.

Finalmente llegaron al centro de la aldea. Se oían terribles rugidos acercándose  y el humo del fuego empezaba a inundarlo todo. Los soldados miraban a todas partes. El Rey había desenfundado su espada y el pequeño Arlen lo había imitado. A unos diez metros pudieron observar como el techo de una casa volaba en pedazos. Tal desastre solo lo podía causar la bestia. El Rey miró a sus soldados. Luego miró al pequeño niño y por un instante dudo.

-Soldados, recorran la aldea  y ayuden a todo aquel que lo necesite. Hagan lo que puedan para apagar las llamas—dijo el Rey. Los  soldados obedecieron. El Rey volvió a mirar al pequeño niño y nuevamente dudo—esperen—dijo el Rey mirando a los soldados—hijo mío, pequeño Arlen, a donde voy no puedes acompañarme. Ve con los soldados y ayuda a tu pueblo en lo que puedas—dijo el monarca mientras acariciaba con ternura la cabeza del niño—soldados, protéjanlo con su vida—dijo mientras se iba en busca de la bestia.

La anciana y los dos jóvenes observaron como el niño miraba con tristeza la partida de su padre mientras  los soldados lo rodeaban para protegerlo tal como había ordenado el Rey.

-Sigamos viendo—dijo la anciana Iustus, pero el príncipe Arlen no se movió—debes verlo muchacho. Has huido de esto mucho tiempo y debes saber a que te enfrentas—arengado por las palabras de Iustus, el joven la siguió.
Alcanzaron al Rey quien había llegado a la casa cuyo techo voló en pedazos. Cualquier criatura que hubiese hecho eso poseía mucha más fuerza de la que cualquier otro hombre poseerá jamás.

De repente una enorme bestia salió de entre el humo y lanzo al Rey un terrible golpe con una de sus enormes garras. El monarca de las arreglo para esquivar el golpe que impacto finalmente contra una casa, destrozándola por completo.

Por primera vez Laura logró ver a la bestia con total claridad. Era mucho más espantosa de lo que imaginaba. Media unos tres metros y era totalmente peluda.  Sus brazos eran largos y gruesos como el tronco de un árbol y sus garras eran largas y afiladas como espadas. Su rostro era grotesco y sus ojos eran rojos y enormes. Cuatro enormes colmillos sobresalían de su boca y su nariz era como la de un oso pero más grande. Su pelaje era marrón y tenía dos enormes piernas musculosas que acababan con garras en los pies. Un ser así solo podía venir del infierno. La bestia rugió y el ruido fue ensordecedor pero no intimido lo más mínimo al monarca que sostenía su larga espada de hoja roja.

-Vaya, eres toda una pieza de maestro. Demasiado tiempo has atacado a mi reino. Eres fuerte pero tu poder se convertirá en una llama ardiendo en el infierno—dijo el Rey mientras se lanzaba con la enorme espada en alto.
Logró asestarle un golpe en el costado izquierdo. La bestia  profirió un sonoro quejido y de la herida brotó un líquido de color negro y viscoso, el equivalente a la sangre humana. Ese líquido mancho la armadura del Rey.
La bestia se enfureció y con un rápido movimiento golpeó al monarca con su antebrazo. El Rey de armadura dorada fue arrojado unos diez metros de distancia. La armadura detuvo gran parte del golpe y gracias a eso pudo sobrevivir pero  estaba muy golpeado y le costó mucho ponerse de pie.

Apenas se había puesto de pie cuando la terrible bestia se arrojó sobre él semejante a un toro. El Rey saco un puñal largo de su espalda y lo lanzo contra el monstruo acertándole en el ojo izquierdo. Aun así la bestia no se detuvo y el monarca con un rápido movimiento logro evadir el impacto por pocos segundos.

Era una batalla desigual y terrible. La bestia sangraba por el ojo y por el costado pero  esas heridas no parecían afectarle lo más mínimo. Por su parte, al Rey le costaba moverse cada vez más. Debía tener unas cuantas costillas rotas. Cada movimiento que hacia era agotador y doloroso.

-Creó que me estoy haciendo viejo—dijo el monarca pero la bestia no razonaba así que solamente soltó uno de sus terribles rugidos.

Laura y el príncipe Arlen miraban impactados la terrible lucha casi al lado de los contrincantes. En más de una ocasión la bestia estuvo solo a un palmo de ellos y pudieron observar muy de cerca el espantoso rostro del monstruo.

Era el combate más terrible que habían presenciado en su vida. Incluso el príncipe estaba sorprendido por la habilidad de su padre e increíble fuerza del demonio.

Los dos contrincantes se miraron por largo tiempo sin decidirse a atacar. Estaba claro que el próximo ataque seria el último. El Rey empuñó su espada con las dos manos y la puso en posición horizontal. Se veía grandioso, semejante al sol. La bestia rugió y enseñó los dientes, era una criatura infernal. No parecía tener control de su fuerza pero era cautelosa, tenía dos heridas que no dejaban de sangrar. Descubrió que su oponente  estaba a su altura.

El sol estaba a punto de ponerse y el último de sus destellos hizo brillar la armadura del Rey y el brillo cegó  por un instante el único ojo de la bestia. Aprovechando ese terrible descuido, el Rey utilizo lo que le quedaba de fuerza y se abalanzo hacia el monstruo con una rapidez insólita teniendo en cuenta sus heridas.
La hoja roja de la espada del Rey se acercó a su objetivo pero la enceguecida bestia alargo una de sus garras con una rapidez sorprendente y estas se clavaron en el estomago del Rey, una herida mortal. Con su último aliento el Rey acertó un golpe mortal al cuello de la bestia decapitándola.

Al instante el cuerpo de la bestia cayó pesadamente en el suelo y su sangre formo un repugnante charco negro y viscoso. De repente, del cuerpo de la bestia empezó a brotar un misterioso humo negro. El Rey cayó al suelo de rodillas. Se toco la herida del estomago con la mano. Estaba perdiendo mucha sangre y moriría en pocos segundos.

Al Rey le costaba respirar y los ojos se le nublaban. Entonces, aquel humo negro que había brotado del cuerpo de la bestia rodeo al Rey y luego se metió por su boca. Aquel suceso inesperado tuvo grandes consecuencias. Las heridas del Rey sanaron al instante y el monarca pudo ponerse en pie. Y luego se escucho una voz  etérea que no provenía de ninguna parte.

-Esta vez venciste a la bestia pero podrías haber muerto. No será la última criatura que venga a amenazar a tu pueblo pero ya no cuentas con la fuerza necesaria para defenderlo ¿No desearías ser más fuerte?—dijo la voz y el Rey pareció dudar.

-Más poder—dijo el Rey mientras en sus ojos podía verse un destello rojo.

-Sí, más poder. Si eres más fuerte podrás proteger a tu reino y sobretodo, a tu hijo—esas últimas palabras doblegaron la voluntad del Rey y cedió a la oscuridad.

Ante los ojos del príncipe Arlen y de Laura, el Rey se transformó en una enorme bestia similar a la que yacía muerta en el suelo. Su armadura se volvió negra y se ensancho. Su espada se fusionó con su brazo y se transformó en una enorme mano con larguísimas garras rojas y afiladas.  La corona se adhirió a su cabeza y se transformó en unos espantosos cuernos. El monarca aumento de tamaño hasta alcanzar unos cuatro metros. Se había transformado en una bestia aún más terrible que la que yacía muerta en el piso.

La bestia empezó a destruir las casas de alrededor. Entonces llegaron varios soldados y entre ellos estaba el pequeño príncipe Arlen quien observó a la bestia con una mezcla de temor y curiosidad.  Los soldados estaban aterrados pero ese sentimiento no los atormento mucho tiempo ya que diez segundos después la bestia los había despedazado a todos.

El enorme monstruo se acercó al niño y alzo una de sus terribles garras de forma amenazadora. El niño desenfundo su espada y le acertó un golpe en el brazo derecho y le causo una pequeña herida pero la espada se rompió a la vez que la sngre de la bestia manchaba la cota de malla del pequeño principe Arlen. La bestia miró nuevamente al niño y sus ojos rojos se llenaron de duda

El monstruo lo miro largamente sin decidirse y finalmente paso por su lado sin hacerle nada.

-¡No! Tú tenías que protegernos—gritó el Príncipe mientras intentaba atravesar a la bestia con su espada pero el golpe la traspaso como si se tratase de un fantasma. Derrotado, el Príncipe Arlen  se tiró al suelo y sus ojos se llenaron de lágrimas.

-¿Eso crees? No puedes estar más equivocado, observa—dijo Iustus. El escenario cambio nuevamente.
Esta vez se encontraban en la sala del trono. Pudieron ver al Rey mientras discutía con una anciana pequeña que llevaba una túnica gris. No había duda, se trataba de Iustus nuevamente. Al parecer su participación en esta historia era mayor de la que había revelado.

-Un mal se aproxima a tu Reino y es un peligro mayor a cualquiera que hayas enfrentado antes o que vayas a enfrentar después. Debes prepararte—necesitarás algo más que valor, vas a necesitar un escudo—explicó la Iustus del pasado.

-No temas anciana, mi Reino es famoso por la elaboración de armas. Fabricaré el escudo más poderoso que haya contemplado el ojo del hombre. Será poderoso y hermoso, semejante al fuego por su furia y parecido al cielo por su belleza—dijo el Rey.

-No lo estás entendiendo. El rival al que te enfrentas es muy poderoso y no solo necesitarás las armas de las que alardeas. Esa criatura se alimenta de malos sentimientos y de la más mínima duda que haya en tu corazón. Te tentará y si no tienes un escudo poderoso, caerás y morirás—dijo la anciana con gesto de preocupación.

-¿Qué clase de escudo puede protegerme de lo que dices? ¿Dónde podré encontrarlo?—preguntó el Rey.

-Es terriblemente sencillo. Hazte esta pregunta, ¿Qué es lo que más amas en el mundo? Es aquel chiquillo, tu hijo, ¿Verdad? El día que vayas a enfrentar aquel ser debes llevarte a tu hijo contigo, él te protegerá. No dudes, el más mínimo temor en tu corazón costará cientos de vidas—explico la anciana con tranquilidad.

-Pero, mi hijo, mi pobre hijo es muy pequeño aún. Es verdad que tiene un corazón bravo y que sus ojos han visto lo que puede hacer una espada pero incluso así, no es más que un niño, no puedo exponerlo, podría morir—se quejo el Rey y su voz se quebraba por momentos.

-No debo añadir nada más. Eres el Rey de este Reino, es tú elección—dijo la anciana mientras la escena se difuminaba  y volvían al bosque.

Pero la anciana Iustus ya había desparecido. Solo estaban ellos dos, la joven y el verdadero príncipe Arlen quien se encontraba de rodillas. Laura lo abrazo  por la espalda y por unos segundos permanecieron en silencio hasta que un grito rompió el silencio.

-Ah!—se quejó Laura mientras se llevaba la mano a su hombro izquierdo—mi hombro—gimió la joven—el dolor era insoportable pero no era real, era solo un recuerdo de aquella noche y un aviso, la señal de que la bestia estaba muy cerca.

El príncipe se puso en pie y desenfundo su espada, aun tenía lágrimas en los ojos. Laura logró reponerse y aunque aún sentía dolor en el hombro, poco a poco descubrió que era algo más mental que físico y pudo ponerse en pie. A lo lejos empezaron a verse  arboles caer derribados como si fueran naipes. Algo grande se acercaba.

De repente un árbol salió volando hacia ellos. El príncipe empujo a la joven para alejarla del peligro y ambos lograron evitar el tronco por centímetros. Pero no hubo tiempo para relajarse, el combate ya había empezado. En medio de la oscuridad y entre los árboles salió una bestia de unos cuatro metros que tenía puesta una armadura negra, tenía unas enormes garras rojas como espadas y unos cuernos largos y fuertes como lanzas.
El príncipe miro a la bestia y no pudo evitar fijarse en lo mucho que aún tenía ese animal de su padre. La bestia se le acerco cada vez más pero el príncipe no reaccionaba, estaba como paralizado. Ya había muy poca distancia entre ambos y el príncipe Arlen estaba inmóvil. La bestia alzo uno de sus enormes garras rojas y lanzo un terrible golpe.

Un ruido de metal ensordecedor rompió el silencio sepulcral del bosque. La joven Laura había desenfundado su espada y se dio cuenta que su hoja no era tan humilde como ella pensaba. No solo había detenido el golpe de la bestia sino que el animal sangraba por una  de sus garras.

El monstruo se enfureció y empezó a lanzar golpes letales que la joven apenas podía parar o esquivar. Cualquier otra espada se habría roto enseguida, pero la suya era una espada especial, el príncipe se había asegurado de que fuera así.

Laura solo podía defenderse y ya se estaba cansando. El entrenamiento que el príncipe le Había dado cuando fingía ser el escudero había mostrado ser muy efectivo pero luchar con un animal tan terrible era agotador incluso para el guerrero más avezado.

Finalmente uno de los golpes que lanzó la bestia derribo a la chica que se salvo de morir solamente por la resistencia de su espada. Pero en ese último ataque su arma había  salido volando por el aire. Estaba desarmada, tirada en el suelo y muy cansada y dolorida como para moverse. Ya se había resignado a la muerte, pero la bestia no había dado dos pasos cuando soltó un tremendo rugido de dolor.

El Príncipe Arlen había clavado su espada en  la espalda del monstruo y un chorro negro  que oscureció su cota de malla.  Era un golpe mortal, cualquier otro ser habría muerto en pocos segundos y entre unos dolores terribles. Pero la bestia se volteó aún con la espada clavada y le acertó un golpe terrible al príncipe desarmándolo y dejando cuatro enormes  marcas de garras en su cota de malla que logro detener en parte el golpe. Aun así, el príncipe estaba gravemente herido y sangraba.

-¡No!—grito—Laura quien se levanto del suelo,  y con su espada en la mano empezó a atacar a la bestia ferozmente. Con su primer golpe le abrió el pecho. Luego empezó a herirla mortalmente en todas partes. Su espada se movía con rapidez, apenas era una mancha en el aire y la bestia no paraba de rugir de dolor.

El monstruo reacciono e hirió a la joven en una pierna a la vez que ella lo hería en el hombro derecho. La herida de la joven era profunda y sangraba. Apenas podía sostenerse en pie. Por otro lado, la bestia, a pesar de sus heridas seguía siendo igual de rápida y mortal.

Ambos contrincantes eran feroces  y se miraban con odio. El príncipe también se había puesto en pie a pesar de las heridas y aún sostenía su espada con fuerza.  La chica y el joven rodearon a la bestia. La sangre roja y a negra formaba pequeños charcos por doquier.

Todos estaban alerta y por un momento el silencio volvió a apoderarse del bosque, hasta que la horrible bestia soltó un gritó aterrador que les heló el corazón. Olía a muerte y a sangre.

Laura y el príncipe apenas podían  sostenerse en pie. Las heridas eran terribles y estaban agotados. Pero el combate se decidiría en el próximo ataque. Con ese pensamiento  los dos jóvenes decidieron atacar primero.
Se movían con una velocidad inesperada teniendo en cuenta su estado. Los dos acertaron sus ataques pero no parecían hacer mella en  la bestia quien se libro de ambos con un rápido movimiento como si se tratasen de moscas. La bestia se dirigió primero hacia donde se encontraba el príncipe. Pero no había dado tres pasos cuando el príncipe le arrojo un enorme cuchillo que tenía guardado en la manga y le acertó en su ojo derecho. Digno hijo de su padre.

Ya no había tiempo para los sentimientos. No importaba lo que aquella bestia hubiese sido en el pasado ahora era cuestión de vida y muerte. El monstruo rugió y se preparo para atacar nuevamente. Pero no llegó muy lejos. Laura se encontraba detrás de la bestia y blandía su espada semejante a una llama. Y con un golpe letal de espada decapito al enorme animal ante la triste mirada del príncipe.

Las heridas de ambos eran mortales y el príncipe apenas podía mantenerse despierto. Laura cayó al suelo, había perdido mucha sangre y la muerte la rondaba.

Pero un misterioso humo la invadió como sucedió en su día con el Rey.  La joven se transformó  en un ser aterradoramente hermoso. Aumento de tamaño y sus ojos se veían horriblemente claros. Su pelo creció de repente. En ambas manos tenían garras enormes y poderosas. Una armadura azul rodeó todo su cuerpo que además de esbelto se había vuelto musculoso. Una voz etérea se pudo oír con un tenebroso eco en todo el bosque.

-El poder es  la fuerza que domina la naturaleza. Ningún ser puede oponerse a ella.  ¿No querrías dominar esa fuerza? Piensa en tus padres, murieron porque eran débiles. No fue culpa de la bestia, fue culpa de ellos, su debilidad los llevo a la muerte.

-poder—rugió el monstruo con una voz gutural pero femenina.

Uno de sus brazos se había fusionado con su espada y se había convertido en un brazo mucho más grande y poderoso que el otro.

El humo oscuro se estaba apoderando cada vez más de ella y sus ojos azules se llenaban de la misma oscuridad.

El príncipe logró ponerse en pie y se plantó frente a Laura. El monstruo rugió en su cara y alzo sus garras para acertar un golpe. Pero dudaba. Sus ojos se encontraron por largo  tiempo y se  escucho nuevamente la voz etérea.

-Mátalo—dijo la voz—su debilidad y la debilidad de su padre te ha causado mucho dolor. Solo así conseguirás el poder suficiente.

-Tu poder se convertirá en una llama ardiendo en el infierno y los poderosos sufrirán poderosos tormentos—dijo Laura y su voz sonó con su dulzura natural.

El humo negro abandono su cuerpo y recupero su figura normal. Sus heridas se reabrieron. La joven cayó tendida al suelo y el príncipe Arlen se arrastró hacia donde estaba. Luego toco sus heridas y acaricio su rostro con dulzura. Varias lágrimas rodaron por sus mejillas. Recordó que había hecho lo mismo hace 13 años cuando ambos eran apenas unos niños. En aquella ocasión ella era un ser muy frágil y delicado y él solo quería tomarla entre sus brazos y aliviar su dolor, un dolor que él mismo sentía. En esta ocasión ella se había convertido en una mujer fuerte, más que cualquier otro guerrero del reino. Había arriesgado su vida por salvarlo, había derrotado a la bestia devolviéndole la paz a su padre y al reino y él la amaba por eso.

Deseaba tomarla nuevamente entre sus brazos como aquella vez y no abandonarla nunca más. Se acordó de como tuvo que abandonarla cuando era tan solo una niña en manos de aquellos aldeanos. Aquella vez ni siquiera hubo una despedida. Ella estaba dormida y él la beso suavemente en su pequeña frente para luego alejarse de ella con la esperanza de verla algún día.

Ahora la tenía entre sus brazos pero ella estaba inconsciente y sus heridas eran profundas y graves. El Príncipe también tenía heridas terribles. La abrazo y luego la beso en la frente como aquella vez, pero la chica no reaccionó, tal vez ya era demasiado tarde.

-Podría estar equivocada, pero esto no parece el infierno—dijo la chica mientras habría los ojos con la poca fuerza que aún tenía. Miró al príncipe con sus enormes ojos azules y le dedicó la más tierna de sus sonrisas. Gracias a él había encontrado las fuerzas para matar a la bestia primero y luego para vencer la oscuridad que la invadió. Lo amaba, hace tiempo que ese sentimiento había iluminado su corazón con tanta fuerza que ni la misma oscuridad de la noche podría apagar esa luz.

Ambos se miraron y recordaron la primera vez que se habían visto hace años cuando solo eran unos niños. La determinación del niño que quería convertirse en guerrero y la alegría de la pequeña niña que soñaba con ser bailarina y como sus sueños se truncaron ese día. Y ahora, años después se encontraron de nuevo para darse cuenta que ellos mismos se habían convertido en su propia familia incluso a pesar de los años que vivieron separados. Bastaron unos pocos meses para descubrir lo intenso que era su amor, porque cuando el universo actúa, no le importan las distancias ni las circunstancias.

Sus terribles heridas parecían condenarlos a una muerte segura en aquel terrible lugar, pero descubrieron que hasta en el umbral de la muerte, la vida es maravillosa y que incluso vivir en medio del dolor tiene su misterioso valor.

De repente una luz azul intensa los rodeo y sus heridas empezaron a sanar de forma mágica y la anciana Iustus se acercó caminando hacia ellos. Vestía una maravillosa túnica blanca que parecía brillar con su propia luz muy diferente a aquella apagada túnica gris.

-Me alegra ver que finalmente te convertiste en un buen escudo—dijo la anciana mirando al príncipe Arlen—el perdón, el valor y el amor son sentimientos muy poderosos, mucho más que el poder que aquella oscuridad ofrecía. De alguna forma todo lo sucedido, lo bueno y lo malo nos ha traído hasta aquí. Por eso pienso que muchas veces la voluntad celestial asusta—dijo la anciana mientras desaparecía para siempre entre el espeso bosque.

El príncipe Arlen y la hermosa Laura volvieron al reino trayendo a su pueblo toda clase de revelaciones. Durante años se les ocultó que el Rey había desaparecido porque nadie sabía que se había convertido en la bestia y para que no cundiera el pánico en todo el reino. Pero el príncipe había aprendido muy bien la lección. Las mentiras son totalmente inútiles y la verdad nos libera. El príncipe y su prometida reunieron al pueblo y les explicaron aldea por aldea todo lo acontecido y esa historia se contó durante generaciones y sirvió para educar a los niños durante años sobre como los buenos sentimientos superan con mucho a los malos.

El príncipe y la joven Laura se casaron y tuvieron dos hermosos hijos, una niña morena con los ojos azules como los de su madre y un pequeño niño de ojos oscuros y mirada tierna. Al niño lo llamaron  William en honor al hombre más leal de su reino, su escudero, quien dio su vida para que el príncipe y Laura pudieran continuar su camino y derrotar a la bestia. Y a la hermosa niña la llamaron Fenaquita.

-¿Crees que Fenaquita es un nombre apropiado para una princesa?—preguntó el Rey Arlen.

-Es un nombre neutral. Ese es el nombre de la primera persona a la que amé—contestó la Reina Laura—por cierto, ¿Qué significa?

-Es el nombre de una piedra preciosa muy bonita a la que llaman piedra mentirosa porque tiene gran parecido con el cuarzo y la gente los confunde. Me pareció un nombre muy apropiado teniendo en cuenta las circunstancias—dijo el Rey Arlen.

-Es el nombre perfecto para  nuestra hija, pues incluso siendo una piedra falsa, su belleza es tan grande que iguala a la original y nos enseña una valiosa lección, nada puede ser amado sin ser conocido primero—dijo la princesa mientras sostenía con dulzura a su pequeña hija y veían como el poderoso sol se ponía por la ventana




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