“Tres hermanas hambrientas y
desesperadas por llevar comida a sus familias caminan en busca de alimento
hasta que encuentran un enorme campo cultivado con trigo.
La primera de las hermanas, a
pesar de su difícil situación, solo toma un puñado de trigo por temor a que el
dueño del alimento la descubra y la castigue, aun sabiendo que con tan poco
trigo solo podrá alimentarse una vez.
La segunda hermana se adentra en
el campo y llena un costal de trigo escogiendo el más maduro y de mejor color y
separando el que crece torcido y tiene mal aspecto. Piensa que con ese costal
alimentará mejor a su familia aunque sea solo por una semana.
La tercera hermana que lleva tres
costales consigo los llena con el trigo que tiene a su alrededor y carga con
todo el peso que puede pues su necesidad es grande y piensa en alimentar a su
familia el máximo tiempo posible.
Cuando las mujeres se disponían a
abandonar el campo de trigo llegó su dueño y las juzgó. Vio a la primera mujer
y como quiera que solo había tomado un puñado de trigo le pareció que no tenía
una necesidad real y que solo robaba por diversión o por el gusto de dañar su
campo tal como la mala hierba que mora donde quiera que surge un buen cultivo.
Por todo ello le quitó su puñado de trigo y la expulsó con gran furia de su
propiedad.
El dueño del campo vio a la mujer
que había tomado un costal lleno de su mejor trigo y le pareció que no tenía
una necesidad real que justificara su robo y pensó que solo quería robar sus
mejores raíces para plantarlas en otro campo sin importarle que al internarse
en busca de sus mejores raíces dañara las menos maduras y la pureza de su trigo
así como los buitres que buscan alimentarse primero de la mejor carroña. Por
todo ello le quitó su costal y la expulsó de su campo con gran furia.
Al ver a la tercera mujer, el
dueño del campo observo que apenas si podía caminar cargando los tres enormes
costales llenos al tope de su trigo. El dueño se compadeció de la aguerrida
mujer y juzgó su necesidad como justa por lo que no solo le permitió quedarse
con el trigo de sus costales y el de las otras mujeres sino que además le
ordenó a dos de sus hombres que la ayudaran a llevar su carga, despidiéndose de
ella con gran ternura.”
Esta es la historia que conté a
los gentiles, ahora ustedes discípulos míos, imaginen por un momento que el
campo de trigo es el Reino de los cielos y que el Dueño del campo es nuestro
padre todo poderoso, Dios.
La primera hermana ve el Reino de
los Cielos y ve que el camino es peligroso y lleno de obstáculos y piensa que
la recompensa no es tan alta a pesar de que su necesidad es grande. Por todo
ello solo camina dos pasos y se sienta a esperar que el Reino venga hacia ella.
La segunda hermana ve el mismo
camino y piensa que no es necesario recorrerlo todo sino que basta con acercarse
un poco así que salta un par de obstáculos, los menos peligrosos y se sienta a
esperar su recompensa pensando que ya ha ganado las llaves del Reino.
La tercera hermana ve el mismo
camino y acepta recorrer todo el camino y atravesar los obstáculos, no solo
porque su necesidad es grande sino porque en su corazón piensa que es lo
correcto. En su camino encuentra a sus dos hermanas e insiste en llevarlas con
ella aun sabiendo que deberá ayudarlas a cruzar los obstáculos y hasta cargarlas.
Cuando Dios nuestro señor ve que
la tercera mujer no solo ha aceptado en su corazón el peso de atravesar el
camino sino que además ha aceptado sacrificarse por sus hermanas el señor la
recompensa aliviando su carga y dándole un lugar especial en su Reino.
Y yo os digo que llegará el día
que nuestro señor recorrerá el camino y expulsara de él a los cobardes y a los
indecisos mientras que aliviará a los que se sacrifican por alcanzar sus dones.
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